Uno de los capiteles de la Colegiata de Santa María la Mayor de Alquézar nos muestra dentro de una mandorla abierta y manifestada por cuatro ángeles, a Dios otorgándole la vida al hombre.
El escultor visualizaba a Dios trino como un espacio vertical que, complementándose con un Adán horizontal, formaban una cruz griega, símbolo de la unión-sujeción de las fuerzas antagónicas que rigen el universo.
Adán, de rigidez inmóvil contrasta con la elasticidad y actividad divina. Los tres rostros divinos aluden tanto al devenir del tiempo como al misterio trinitario. La interacción de Dios con Adán en esta escena difiere de lejos de los típicos ejemplos donde, inclinado sobre el cuerpo desnudo del recién creado, le sopla el aliento para insuflarle el alma. En esta imagen Dios sujeta a Adán como si de algo suyo se tratara, llevando ambos vestiduras similares. El Creador, extendiendo su mano, toca la sien de Adán. Una forma inédita de otorgarle el alma.
Ignoramos si tras la reconquista esta fortaleza musulmana reconvertida en colegiata cristiana, en los siglos X-XI -época de la elaboración del capitel-, las tradiciones y leyendas de sus habitantes seguían aún presentes.
Encontramos en las azoras coránicas la creencia de que Adán y su alma no se poseyeron de forma inmediata, sino que su asimilación duró varios cientos de años. Cuando el Creador le insufló parte de su espíritu, lo hizo de palabra ordenándole al alma que entrara en Adán. Ésta, fue animando lentamente las diferentes partes del cuerpo a medida que iba penetrando en ellas. De ahí posiblemente que el Adán representado en el capitel permanece en tal estado de rigidez.
Encontramos asimismo especificado en dichas suras la posible puerta de entrada por la que accedió el alma en el Hombre: según unas entró por su boca y se dirigió inmediatamente al cerebro y según otras, entró por su fontanela hacia sus ojos.
Quizá ésta es una configuración muy acertada de cómo el escultor de aquella época, de aquella cultura y de aquel lugar, percibía la forma en que el espíritu revivificador entraba en el cuerpo de Adán.
Como curiosidad, hacer notar que dicha escena se empieza a iluminar actualmente, en las fechas próximas al solsticio de verano, por la zona indicada en las suras coránicos.
Los rayos del Sol tocan en primer lugar la cabeza de Adán
iluminando paulatinamente el resto de su cuerpo y del capitel.
Casi, casi, como si del espíritu divino se tratará.
Dibujo elaborado al temple al huevo con pigmentos naturales. Disponible para su venta. En tabla y en papel.